El programa ‘Tendencia Semanal’ hace bastantes descubrimientos acerca de penoso caso.
La semana pasada, un policía cusqueño fue acusado de matar con su arma de reglamento a su expareja y a partir de ellos, de revelar una trágica historia de abusos, alcohol y presunta protección de la Policía contra un sujeto que tenía múltiples denuncias en la Comisaría de Santiago (donde trabajaba) pero donde nunca fue detenido pese a ser un peligro andante.
LA HISTORIA. Una escena escalofriante se descubrió aquella tarde en esa habitación. En medio del caos, el desorden y las huellas de una tragedia irreparable, hay un rincón que parece desafiar la crudeza del crimen. En ese pequeño espacio, ajeno a la violencia que lo rodea, yacen los dibujos de un niño de cinco años. Trazos infantiles de dulce inocencia, capibaras de papel que parecían esconder el miedo, pero que ahora solo cuentan la historia de una ausencia. Ese niño estaba desaparecido. Es el hijo de Leonor Rosas, la mujer que habría encontrado la muerte a manos de quien una vez fue su pareja, un efectivo de la Policía Nacional del Perú.
Leonor Zúñiga, de 44 años, era mucho más que una víctima. Madre de dos hijos, mujer de temple, era la luz del gimnasio que frecuentaba, la que contagiaba risas y energía a quienes la rodeaban. Sus amigas la recuerdan como un torbellino de vida y entusiasmo. Pero su historia quedó truncada por dos disparos certeros. Fue la primera alphabeotista del Cusco y, paradójicamente, quien la privó de seguir luchando por sus sueños fue su expareja, Edgar Vargas, suboficial técnico de tercera de la Policía Nacional del Perú.
Este crimen no fue un acto inesperado. Edgar Vargas ya tenía un historial de violencia que la misma Policía conoció. El Ministerio del Interior tenía registradas denuncias por maltrato físico y psicológico cuando aún convivía con Leonor, pero nadie intervino, nadie evitó que siguiera portando un arma, la misma con la que ahora ha segado una vida. Hoy, mientras sus dos hijos lloran la ausencia de su madre, él se esconde cobardemente. Sus colegas, convenientemente, aún no logran dar con su desfile.
FEMINICIDIO. Los cusqueños están conmocionados ante lo ocurrido en el sector El Vallecito en Huancaro. Los vecinos, aterrorizados, fueron testigos del eco de la tragedia que marcó el fin de una mujer que solo intentaba salir adelante. Murió a manos de quien, por deber y por amor, debía protegerla.
El hogar que compartían era un escenario de conflictos y desesperación. Su pequeño hijo de cinco años crecía en medio de una relación tormentosa, plagada de discusiones y violencia. Los vecinos aseguran que en los últimos días Edgar Vargas mostró signos evidentes de una tormenta interior, lo que pudo haber sido el detonante de este sangriento desenlace. La tensión en la casa era insoportable. Ahora, en la habitación vacía, solo quedan los dibujos del pequeño junto a una pelota, entre paredes que aún guardan el eco de los disparos que le arrebataron la vida a Leonor.
Lo más indignante es que este crimen pudo evitarse. Edgar Vargas no era un policía ejemplar. La Inspectoría tenía múltiples denuncias en su contra por faltas en el ejercicio de su carga. A pesar de ello, nunca fue despojado de su arma reglamentaria. Esa misma pistola fue la que se usó para cometer este crimen atroz. Un documento de 2018 demuestra que el Ministerio del Interior ya había iniciado un procedimiento administrativo disciplinario contra Vargas Araoz por haber presuntamente maltratado física y psicológicamente a su compañera. Se registró que en el interior de su domicilio en Amadeo Repeto, ocurrió una de las muchas agresiones. Fue en ese mismo lugar donde las tormentas nunca cesaron. Fue en ese mismo lugar donde, años después, Edgar mató a Leonor.
Mientras tanto, la casa que antes resonaba con la risa del pequeño se ha convertido en un espacio de luto. La Policía ha iniciado una búsqueda para capturar al prófugo, pero sus mismos compañeros son quienes ahora investigan al hombre con el que compartieron filas. Los vecinos, temerosos, callan. Saben que hablar podría costarles caro.
El crimen ocurrió en la madrugada, pero Vargas no huyó de inmediato. Esperó hasta que amaneciera. A plena luz del día, cuando Cusco ya despertaba, él salió raudo, con la frialdad de quien no deja rastros. Horas después de haber matado a la madre de su hijo, su caminar acelerado revelaba que algo había sucedido. Las cámaras de vigilancia captaron su escape. Se le ve saliendo, con la misma calma aparente con la que ingresó a la escena del crimen. Dos disparos certeros en el rostro y en el pecho de Leonor marcaron el final.
TIAGO: LA OTRA VÍCTIMA DEL POLICÍA ASESINO. La indignación y el dolor han llevado a un adolescente de 17 años a romper el silencio. Tiago, hijo de Leonor, la mujer asesinada por Edgar Vargas, decidió hablar tras escuchar las declaraciones del coronel Guisado, jefe de la Policía en Cusco. En declaraciones a la prensa, el alto mando policial sostuvo que Leonor tenía una denuncia por abandono de hogar y otra por violencia familiar, cuando en realidad ella había denunciado a su agresor en múltiples ocasiones. Para Tiago, escuchar a su madre convertida en victimaria fue la gota que colmó el vaso. Él sabía la verdad y no estaba dispuesto a llamar.
Por ser menor de edad, pidió autorización a su familia para dar su testimonio. Por responsabilidad del medio, su rostro no será mostrado. Su voz, sin embargo, será escuchada. Porque Tiago no solo ha perdido a su madre, sino que ha sido testigo de cada uno de los episodios de violencia que precedieron a su asesinato. En exclusiva para ‘Tendencia Semanal’ , este joven cuenta su historia.
Tiago niega tajantemente que su madre haya agredido a Edgar Vargas. Ni siquiera puede pronunciar su nombre. Se refiere a él simplemente como ‘el hombre’, el mismo que convirtió su hogar en un infierno. Recuerda con dolor los episodios de violencia que su madre padeció y de los que él mismo fue testigo. No solo vio, también sufrió. “Ese hombre también me agredía a mí”, confiesa con voz firme, pero contenida. Y no solo eso. Cuando pedían ayuda, la respuesta nunca llegaba. “Llamábamos a la Policía, pero sus colegas nunca venían”, denuncia. La impunidad era el escudo del agresor.
También fue testigo de cómo Vargas bebía compulsivamente. “Cuatro o cinco veces por semana”, recuerda Tiago, y no lo hacía a escondidas. Bebía frente al hijo menor de Leonor, un niño de apenas cinco años que, sin entenderlo del todo, crecía entre el olor a licor y el humo de los cigarrillos de su padre. Ese fue el punto de quietud. Tiago no quería más noches de miedo, no quería más gritos, no quería más alcohol. Le pidió a su madre que se fuera. Leonor lo escuchó. Hace dos años, con el consentimiento de ella, abandonó esa casa marcada por el terror.
VIOLENCIA. Tiago revela que Edgar Vargas tenía antecedentes. En 2017, una denuncia en su contra le costó un ascenso dentro de la Policía Nacional. Sin embargo, ni eso ni las más de diez denuncias que Leonor presentó en la comisaría de Santiago lograron frenar la agresión. “Su verdugo trabajaba ahí, por eso nunca prosperaron”, dice Tiago, con una certeza que corta como un cuchillo. Vargas sabía cómo manejar el sistema. Sabía que la impunidad estaba de su lado.
Y con esa confianza, Vargas jugaba con el miedo de los suyos. En una ocasión, llamó a Tiago para decirle que no se preocupara, que le dijera a su madre que no pensaba matarla. Hoy, esas palabras resuenan con una ironía escalofriante.
Él también recuerda que Vargas estaba obsesionado con el divorcio. Su madre, después de diez años de violencia, había tomado la decisión de liberarse. Ya solo faltaba un trámite. Pero para Vargas, eso era inaceptable. “Bebía tanto que ni siquiera iba a trabajar, despertaba con resaca y no iba a la comisaría”, cuenta Tiago. Y cuando lo enfrentaba, el policía solo se reía y respondía: “Que venga tu madre, no la voy a matar, no soy tan desquiciado”. Hoy, esas palabras suenan vacías, como la casa que dejó tras de sí.
Tiago habla por una sola razón. Quiere respuestas. Quiere justicia. Quiere que Edgar Vargas se entregue. Quiere mirarlo a los ojos y preguntarle: ¿Por qué? ¿Por qué mataste a mi madre? ¿Por qué nos dejaste huérfanos a mi hermano ya mí?
Esta es la voz de Tiago. La voz del hijo de Leonor. Un testimonio exclusivo para Tendencia Semanal .