CUSCO PUEDE PERDER SU TÍTULO PATRIMONIAL ANTE LA UNESCO

La gestión de Pantoja prometió seguridad y confianza, pero se percibe todo lo contrario.

Luis Pantoja, actual alcalde de Cusco es un general de la Poli­cía en retiro, su postulación se basó en promesas de seguridad y tranquilidad para todos los cus­queños, sin embargo, a casi dos años de gestión el panorama en la Ciudad Imperial es cada vez más caótico, con bares informales en cada esquina, asaltos, peleas, e incluso fallecidos, todo a raíz de una fallida y poco articulada ac­tuación por parte de su gestión.

LAMENTABLE. Es así que en el centro histórico del Cusco, reco­nocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad, el desorden y los excesos han tomado prota­gonismo, encendiendo alarmas sobre el riesgo de que la ciudad pierda su estatus ante la Unesco. El centro histórico enfrenta una transformación negativa. Decla­raciones de residentes, turistas y autoridades exponen una rea­lidad que ensombrece la imagen de Cusco, hechos que fueron captados recientemente por un informe en una televisora nacio­nal.

“Es indignante lo que está pasan­do. Todos los días amanecemos con basura, vómitos y paredes manchadas de orines. Estas ca­lles, que alguna vez eran un or­gullo, hoy parecen cualquier cosa menos un patrimonio”, señaló Manuel Amat, vecino del Centro Histórico de Cusco.

Otro problema son las discotecas clandestinas disfrazadas de res­taurantes, que operan sin control, vendiendo alcohol sin licencia y alterando la tranquilidad del cen­tro. Juvenil Zereceda, gerente de Desarrollo Urbano de la munici­palidad de Cusco, explicó que es­tas actividades prosperan debido a amparos legales otorgados por el Poder Judicial.

“Estos señores logran medidas cautelares que les permiten se­guir operando a pesar de nues­tras clausuras. Es inconcebible que instituciones judiciales favo­rezcan este tipo de negocios que destruyen nuestro centro históri­co”, comentó.

El caos no solo afecta a los resi­dentes, sino también a los turistas que llegan buscando la majestuo­sidad del Cusco. Aquellos que se hospedan en calles como Suecia y Procuradores se encuentran con gritos, peleas y actos vandáli­cos desde altas horas de la noche hasta el amanecer.

VERGONZOSO. El impacto de esta problemática también re­cae sobre los negocios formales. Betsy Quispe, administradora de un hotel a pocos metros de la plaza mayor, afirmó que su esta­blecimiento ha perdido reservas debido al ruido y la inseguridad.

“Invertimos más de 80 mil dólares en ventanas antirruido y puertas dobles para intentar controlar el impacto, pero es imposible. Esto no solo afecta nuestras ganan­cias, también la imagen de Cusco como destino turístico”, expresó.

El problema trasciende el ámbito nocturno. Miguel Núlez, director del colegio San Francisco de Bor­ja, manifestó su preocupación por el entorno que enfrentan sus estudiantes al salir de clases.

“Estamos rodeados de jóvenes borrachos, gente drogándose en plena calle y chicas tiradas es­perando que alguien las recoja. Esto contradice por completo los valores que intentamos inculcar en los niños. Pareciera que no hay interés por proteger nuestra historia ni nuestra comunidad”, afirmó.

Ronald Peralta, arquitecto y de­fensor del patrimonio cusqueño, advirtió que Cusco está cerca de ingresar en la lista de ciudades en peligro de perder su calidad patrimonial. La acumulación de problemas, desde los actos van­dálicos hasta la falta de control sobre el uso del espacio histórico, podría tener consecuencias irre­versibles.

PROBLEMAS. “Cusco está a punto de entrar en la lista de ciu­dades en peligro de perder su ca­lidad de patrimonio”, señaló.

La Municipalidad del Cusco rea­liza clausuras en discotecas clan­destinas. Sin embargo, el proble­ma persiste debido a que hay fuga de información desde dentro de la comuna, este conflicto pone en evidencia la falta de soluciones efectivas.

Mientras tanto, los residentes del centro histórico viven una reali­dad desgastante. Rudy Béjar, pro­pietaria de un hospedaje cercano a la Plaza Mayor de Cusco, expre­só su frustración:

“Ya no es un privilegio vivir aquí, es un calvario. No podemos dor­mir, no podemos trabajar tran­quilos. Este lugar que debería ser un reflejo de nuestra historia se está convirtiendo en algo irreco­nocible”, lamentó.